Lo que nos quiere decir la Marcha de Potosí
Andrés Gómez Vela
Cuando vi el pasado jueves la marcha de más de 120.000 potosinos, según cálculos de medios locales, recordé a John Stuart Mill, que solía decir que la democracia necesita ciudadanos activos a pesar de los gobernantes, que prefieren ciudadanos pasivos porque es más fácil controlarlos debido a que son dóciles e indiferentes.
La ciudadanía activa no se adormece con el arrullo de promesas revolucionarias y se lanza al rescate de la democracia cuando el poder político contrapone el miedo, principio del despotismo, diría Montesquieu.
Según el modelo jacobino, la práctica democrática nunca debe ser primero, sino la dictadura revolucionaria y sólo luego el reino de la virtud. Para el modelo democrático, el reino de la virtud se desarrolla sólo en la práctica democrática. Potosí rechaza el jacobino porque evita la participación plural y trae consigo, aunque suene paradójico, la dictadura de un gobierno elegido democráticamente.
En democracia, el político es mitad demagogo y mitad profeta, por ello promete futuro. Por ejemplo, Evo Morales prometió a Potosí un aeropuerto internacional y una fábrica de cemento, pero incumplió con la excusa de que ambos proyectos son inviables.
En estos momentos das la razón a Saint Simón, quien prefería un gobierno de científicos y no de simples políticos. Sin embargo, la democracia no sólo necesita de técnicos, sino de todos los actores de una sociedad porque sólo de ese modo el poder fluye de la base al vértice, al menos en teoría. A priori, democracia y tecnocracia son antitéticas, pero pueden ser ensambladas para evitar la demagogia y el despilfarro del futuro.
La marcha potosina también me recordó uno de los debates más significativos que se desarrollaron en la Asamblea Constituyente francesa, la que parió la constitución de 1791, que estableció que el diputado, una vez elegido, se convierte en el representante de la nación y ya no de los electores.
Los potosinos develaron con su Gran Marcha que “sus” diputados, senadores, alcaldes y gobernador, elegidos entre octubre de 2014 y marzo de 2015, sólo representan al MAS, y ya no a ellos. En consecuencia, en ejercicio de su soberanía, eligieron nuevos representantes, pero esta vez en las calles, no en las urnas; y los encomendaron defender su futuro ante el gobierno central.
Este procedimiento tiene respaldo en el artículo 11.II.2 de la Constitución, que establece la figura de democracia directa y participativa porque la representación no es un cheque en blanco, sino el resultado permanente de una interacción entre los intereses representados y el interés del país, antes que del partido.
Vivir en democracia es complejo porque consiste en armonizar los intereses particulares y regionales con el interés común. Potosí quiere ser parte de ese sueño común y con ese fin practica la democracia participativa.
Bobbio advierte que nada es más peligroso para la democracia que el exceso de democracia. Pero no hay peligro cuando los gobernantes respetan su palabra, las reglas y dejan que la ética gobierne su consciencia.
Más allá de estas consideraciones, la demanda potosina refleja que hay un poder descendente y uno ascendente debido a que el proceso de cambio ya no es el que habíamos soñado. Lo grafico mejor con las palabras conclusivas que Pasternak hace decir a Gordon, el amigo del doctor Zivago: “Muchas veces ha sucedido en la historia. Lo que fue concebido como noble y elevado se ha vuelto una cruda realidad, así Grecia se volvió Roma, la Ilustración rusa se convirtió en la revolución rusa”.
En nuestro caso, el proceso de cambio, concebido como “noble” y “elevado, se ha vuelto una cruda realidad, así el cambio se volvió en masismo, que cultiva el fanatismo, que es la creencia ciega en la propia verdad y en la fuerza capaz de imponerla.
Potosí marchó para que comience su futuro, pero el MAS responde que su futuro terminó.
Ante esta circunstancia y los 120.000 manifestantes, evocó a Popper, que distingue a un gobierno democrático de uno no democrático, señalando que solamente en el primero los ciudadanos se pueden deshacer de sus gobernantes sin derramamiento de sangre.
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