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jueves, 31 de marzo de 2011

conflicto "por mejores condiciones de salud" tiene paralizada la mina de San Cristóbal. hace 9 días que no alcanza a surgir una solución

Federación de Empresarios de Potosí advierten que el paro que ya lleva 9 días da una imagen nefasta para las inversiones.
imageEl proyecto minero actualmente enfrenta un conflicto laboral.
El Potosí
Conflicto de Sumitomo preocupa a autoridades.
Los empresarios exigen solución al paro que daña la economía del Departamento y de toda Bolivia.
El conflicto social que se enfrenta en el megaproyecto minero San Cristóbal preocupa a las autoridades nacionales y a los empresarios privados de Potosí porque el daño económico y social que emana del paro de los trabajadores traerá consecuencias negativas.
El ministro de minería, José Antonio Pimentel, sostiene que se trata de un conflicto de orden laboral porque los trabajadores demandan una mejor atención en salud por lo cual no pueden intervenir directamente.
Reconoció que el país, el municipio y la Gobernación de Potosí están siendo afectados al no percibir los recursos de regalía minera durante el paro que ya lleva nueve días.
El presidente de la Federación de Empresarios Privados de Potosí (FEPP), Jaime Uzquiano, expresó su apoyo incondicional al proyecto minero porque así lo determinaron todos los afiliados de esa institución.
Sostiene que el daño económico es grave pero no es el único ya que ese arbitrario paro está dejando una imagen nefasta del país y ello redundará en una disminución de las inversiones.
Detalló que se está mostrando que Bolivia es un país en el que no existe seguridad jurídica y donde los conflictos sociales pueden generar pérdidas que nunca podrán ser recuperadas.
Uzquiano convocó a las autoridades departamentales y nacionales a interponer sus buenos oficios a fin de crear las condiciones idóneas para que los conflictos se solucionen en la mesa del diálogo siempre bajo el respeto de las normas legales en vigencia.
El Ministro de Minería anunció que, en caso de que alguna de las partes solicite la intervención gubernamental para buscar una solución al conflicto, actuarán de inmediato porque con el paro son afectados la empresa, las regiones, el Estado y los propios trabajadores.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Radio Fides publica el estado de la dirigencia cívica en Potosí, dispuesta a reanudar su lucha con medidas severas porque el petitorio 2010 no ha sido cumplido por Evo.


“Hemos concluido anoche en el Consejo Consultivo que hemos tenido de que en primera instancia los acuerdos que se han suscrito el 14 y 15 de agosto del año pasado en Sucre no se vienen cumpliendo y en esto ya estamos dando un ultimátum a los ministros que han suscrito estos acuerdos”, explicó Condori en declaraciones a Radio Fides.

Condori explicó que por ejemplo en el caso de Karachipampa se está avanzando lentamente y aún falta ver si se va a cumplir el compromiso de hacer funcionar en seis meses esta planta.

“Por otro lado el tema de los limites, anoche estuvimos con el gobernador en el Consejo Consultivo y sus técnicos han aceptado que el tema está estancado y se ha paralizado ese proceso con Oruro”, explicó en el caso de otras de las demandas de Potosí.

A propósito de la fábrica de cemento, el inconveniente es en el lugar en el que debe estar ubicada esta instalación. “hemos dicho que esté en un sector donde prácticamente es el más adecuado y se lo ha demostrado, pero lamentablemente el Gobierno nos quiere imponer el lugar”, dijo.

Esta última llamada de atención a los ministros será hasta la primera semana de abril, que será cuando la dirigencia se reúna a orillas del Salar de Uyuni, donde se debe realizar una inspección.

“Este ultimátum estamos dando a la última reunión que vamos a tener en el caso del litio a Uyuni el 8 de abril, hasta esa fecha esperamos que mínimamente deben estar encaminadas las demandas que hemos venido planteando a las cuales venimos haciendo apoyo y seguimiento”.

De no existir respuesta de los ministros, la dirigencia pedirá audiencia con el presidente Evo Morales para tratar directamente todas sus demandas.

domingo, 20 de marzo de 2011

José Supera del grupo de La Nación que visitó Potosí y entrevistó a sus personalidades. reflejan sus líneas es esfuerzo, la tristeza, el sacrificio en que viven los mineros de mi ciudad.


Todo oscuro y en silencio. A lo lejos, algo de luz. Un puntito de luz. Nos acercamos de a poco y vamos viendo que el puntito se agranda, las formas se van definiendo: paredes de piedra, en el suelo agua marrón, rieles, barro. Los techos tienen vigas fragmentadas a punto de ceder. Las piedras, la tierra y la oscuridad amenazan a cada paso. De las luces también llegan voces y risas. Un reparo en el medio del túnel.
Las luces vienen de los cascos de unos mineros. Están sentados sobre unas montañas de rocas y contemplan un santuario que tiene una cara de barro con cuernos de carnero. Sus labios de tierra sostienen un cigarro, de su cuello cuelgan guirnaldas de colores, más abajo una montaña de hojas de coca. Los hermanos mineros se van pasando la botella de plástico que contiene alcohol de quemar a 96°. Un sorbo, una plegaria. Le ofrendan hojas de coca al tiempo que le piden más minerales y protección para ellos y sus compañeros. Por favor, Tío. Así le piden. Y el Tío ahí, mirándolos en silencio con sus ojos de barro, barro que salió de esa montaña que es su reinado. El Tío es el diablo, el rey de la mina.
Viernes. Día de ch'alla, día de ofrenda y súplica en el cerro Rico de Potosí, Bolivia.
Tanta historia
La vida de Potosí se rige por la minería, pero también por el olvido. El departamento es uno de los que mayores aportes realiza al tesoro nacional de Bolivia, sólo secundado por los hidrocarburos.
Potosí es una ciudad que luce iglesias coloniales y casas con escudos de nobles españoles ya desaparecidos. Pero Potosí es historia y pocos piensan en su presente: más del 40% de los potosinos ha quedado relegado a la más extrema pobreza.
"Hemos quedado rezagados con niveles de pobreza muy altos; gente de Potosí que pide limosna en todas las calles de nuestro país, gente que migra constantemente hacia otros países. Nunca se ha desarrollado un proyecto que combata esa pobreza extrema, pese a que hemos dado tanta riqueza al país y al mundo", asegura el gobernador Félix Gonzales Bernal, que nos recibe en su despacho: un lugar amplio, con sillones y sala de reuniones.
Más afuera, la Plaza de Armas 10 de Noviembre, la iglesia, las callecitas olvidadas en el tiempo con fondo de cerros y casitas diminutas que suben por la ladera.
Me saluda como saludan los bolivianos: dando la mano, después un abrazo, y otra vez la mano.
Después del saludo me mira a los ojos y me ofrece su mayor tesoro, el que lleva consigo a todas partes, la extensión de su cuerpo como una bolsita verde llena de hojas de coca que ahora se encuentra frente a mí, y entonces negarla sería negarlo a él. "¿Coquita?", me pregunta, aunque sabe que lo mismo da preguntar; debería afirmar, nadie se niega a pijchar o masticar hojas de coca con la bolsa abierta a modo de ofrenda.
Le pregunto cómo es que redistribuye el gobierno los ingresos que vienen de parte de las minas. Por suerte me entiende bien porque me contesta: "Tenemos una relación aceptable con los compañeros mineros. Hay tres niveles: los grandes empresarios mineros, que es gente que no vive aquí en Potosí, incluso algunos ni viven en Bolivia, ya que pertenecen a grandes transnacionales; luego están los hermanos cooperativistas mineros, que están aumentando mucho, y los otros son los mineros asalariados, que son los que trabajan para una mina, luego para otra, y así. Nuestra gobernación está apoyando la actividad minera, invirtiendo fundamentalmente en protección, porque al final ellos son los que aportan las mayores regalías en el nivel departamental, y con esas regalías se puede hacer mayor cantidad de obras".
Las palabras me quedan dando vueltas en la cabeza. Hermanos cooperativistas mineros. Algo logro vislumbrar, pero le pido que arroje más luz, que me cuente cómo funciona esa hermandad. Entonces se acomoda en su sillón, con la bolsita de coca sobre su falda, y me cuenta que los hermanos cooperativistas mineros son trabajadores que se asocian para trabajar la mina de manera independiente. Ni el Estado ni las multinacionales. Su trabajo, su sudor, su dinero. Por eso la hermandad.
Me cuenta también que hay más de 80 cooperativas en todo el departamento de Potosí, cada una con sus normas y bajo la organización de los propios trabajadores. Son ellos quienes les venden de manera directa los minerales a los diferentes ingenios mineros.
Sigo sin entender cómo uno de los departamentos que más regalías aporta a Bolivia muere sumido en el silencio de la pobreza, en el olvido.
Entonces Gonzales Bernal aguza la mirada. Es como si vislumbrara en su mente toda la ciudad, las casas pobres, las calles solitarias, la gente pidiendo en esas calles. Se le nota en la cara que le cuesta hablar del tema, pero habla: "Esto es debido a las políticas de exclusión que siempre han existido, incluso los mismos empresarios nacionales ganan mucho dinero aquí, pero lo sacan a otros departamentos. Y entonces invierten en Sucre, Cochabamba, Santa Cruz.
Ahí es como si me pasara la imagen mental a mí, porque ahora imagino esa ciudad pobre y vaciada.
Pero hay que caminar sus calles y ver el Carnaval de los mineros.
La gente todavía conserva una alegría atenuada, que se endurece por el frío, una esperanza a lo lejos. Aunque les cueste, desentierran la felicidad, esa que está enterrada entre las piedras y el barro.
Como si no tuvieran suficiente con la pobreza y la exclusión, hace poco se derrumbó el interior de su fuente de recursos por excelencia: el cerro Rico.
El cráter se había abierto el año pasado y llegó a tener ocho metros de diámetro. En enero último volvió a ceder y hoy tiene 22 metros de diámetro, más o menos como el círculo central de una cancha de fútbol de primera división.
"Nuestro símbolo, que es nuestra bandera en el mundo, debido a la sobreexplotación se está muriendo de a poco. No lo vemos, pero se está muriendo por dentro", me dice el chofer de un minibús mientras avanzamos por una ciudad que tiene un verano con lluvias y frío. Y me lo dice mirando hacia el cerro: desde cualquier parte de la ciudad uno puede verlo. Es como si estuviera presente siempre, como un dios que todo lo ve, que todo lo oye.
El cerro Rico es Potosí.
Otras voces
Si vamos bajando por una callecita de la ciudad de Potosí, más precisamente por Bolívar, y si le metemos más precisión, y a la altura del número 773, entramos y transitamos el largo pasillo para luego subir unas escaleras de madera, nos encontraremos con el despacho de Julio Quiñones.
Es el presidente de Fedecomin, la Federación Departamental de Cooperativas Mineras, que reúne, afilia y pelea por los derechos de los cooperativistas mineros. Está sentado en un sillón leyendo el diario. Su oficina está casi a oscuras y la luz del sol que entra por la ventana lo ayuda en la lectura. Me tiende la mano. Aspera, ruda, fuerte. Una mano que seguramente empuñó pico y pala, que peleó en la oscuridad contra la pobreza. Le hablo del derrumbe del cerro Rico y enseguida me hace entender que tiene un pensamiento distinto del oficialista: "Lamentablemente el gobierno siempre lanza palabras y nunca hace obras. Además, tenemos el hecho de que las cooperativas mineras aportan 92 millones de dólares y el gobierno retorna menos del 1% de lo que nosotros aportamos. Nosotros estamos obligando al gobierno a que venga y arregle la estructura interior del cerro porque es nuestro derecho. Ellos son los que tienen todo el dinero y deben hacerlo. Sin embargo, hace tres años vienen haciendo estudios y estudios, pero no ponen manos a la obra".
La zona del derrumbe hoy se encuentra clausurada. Aunque la vida y el trabajo dentro del cerro no cesan.
Los mineros tienen que seguir trabajando. Y si bien hay muchas partes en peligro de derrumbe, los mineros se meten en las bocaminas todos los días y quedan librados a su propia suerte. Tienen que comer, no les queda otra.
"Nosotros somos los que mantenemos a Potosí, nosotros somos los que mantenemos a Bolivia. Si nosotros no aportamos, dígame usted de dónde tendría dinero el tesoro general de nuestro país. En el cerro ofrecemos 15 mil fuentes de trabajo. Y el gobierno siempre se olvida de nosotros y nunca ha hecho una inversión en minería en pos de nuestra seguridad. El último de los reportes indica que Potosí le ha ganado a Santa Cruz en niveles de exportación. Somos el segundo departamento exportador y en otros departamentos sacan buenos réditos y aquí nada. Eso es gracias a nuestros ineficientes diputados", se queja el dirigente.
En lo que va del año, las cifras oficiales de muertes en el cerro Rico de Potosí ascienden a más de 30. Consultamos al dueño de una funeraria en Potosí y nos aclaró que son más, que todos los días hay más de una muerte y los familiares de los mineros van a solicitarle sus servicios. Pero Julio Quiñones piensa distinto: "No es así. Aquí todo depende mucho de la suerte. Son muy pocos los muertos. Si ha habido accidentes no es como lo manifiesta el gobierno, que dice que desde que empezó el año ya ha habido 30. No es así de ninguna manera".
Le pregunto si hay niños trabajando en la mina. Se ofusca, me dice que no, que se prohibió terminantemente la presencia de niños en el interior de la mina. Y afirma que en la mina pueden existir niños, pero éstos son hijos de los cuidadores de las minas que viven en diferentes sectores del yacimiento.
Un milagro para Lorenzo
La historia de Lorenzo es conmovedora. Imaginémosla así: un chico de 15 años que vive en el campo y un día su padre le dice que no hay trabajo para él, que tiene que irse a trabajar a otro lado porque además no puede mantenerlo.
Entonces el cerro Rico emerge con fuerza en el horizonte de su destino. Y hacia allí va. Tiene un conocido que trabaja de minero. Un ómnibus se detiene en el medio de la ruta. Lorenzo sube. El destino es Potosí, más precisamente el cerro Rico. En su primer día en la mina su amigo le explica el trabajo que tienen que hacer: meter el carro dentro de la mina, llenarlo con las piedras que sacan.Si se descarrila, procurar que no se caiga: eso podría ser fatal. El carro repleto de piedras pesa más de una tonelada, le advierte. Tienen que sacar diez carros por día y la paga por eso es de 100 bolivianos. Si sacan nueve carros o menos, no hay paga. Así de simple, así de duro.
Y Lorenzo acepta.
Su primer día en la mina lo deja extenuado. Le duele todo el cuerpo. No siente los brazos ni las piernas. El ahogo persiste aún saliendo del cerro. No es fácil, le explica su amigo Juan, lleva tiempo acostumbrarse a respirar a más de 4100 metros de altura, en un lugar donde el aire está viciado del polvo que desprenden las piedras y los metales, pero que ya se va a acostumbrar, que se quede tranquilo, pues. Entonces bajan a la ciudad, a la habitación que alquilan entre varios mineros jóvenes. Son diez en una habitación repleta de camas. Diez chicos que llegaron del campo, porque en el campo apenas hay trabajo. Tienen que elegir: la mina o nada.
A Lorenzo lo van a esperar días y días iguales a ése. Lo consuela el hecho de acostumbrarse con el transcurrir del tiempo. Y una mañana cualquiera va a estar cargando un carro en medio del frío y la oscuridad, y va a llegar alguien que diga que es periodista y le va a hacer unas preguntas.
Lorenzo primero va a contestar tímido, pero después se va a abrir un poco más, y hasta se va a dejar sacar unas fotos.
Después volverá a lo suyo, porque tendrá que terminar de llenar el carro con piedras. Se va a disculpar y se va a ir. Si no los carga todos, no come. Es eso, o nada.
La palliri tenaz
Las palliris son las mujeres mineras que a golpe de martillo escogen los pedazos de roca mineralizada que desechan los ingenios mineros. Piedras que tienen plata, zinc y plomo. Hay que buscarlas, es como si fuera una aguja en un pajar.
A un costado del camino de ripio del cerro Rico se encuentra sentadita quien es la palliri más vieja del lugar. Se llama Cirila Ordóñez y tiene más de 80 años. Toda su vida trabajó en la mina. No conoce otra realidad que esa. Su marido murió dentro de la mina y su único hijo también trabaja allí dentro. Nos cuenta todo con su bolsita de coca en la falda; el sombrero que protege los ojos del sol; cientos de piedras brillando a su lado, piedras que según ella tienen plata y plomo. Sus palabras son traducidas del quechua porque no habla español. Pero su dolor no entiende de idiomas. Su voz es una pena que se va resquebrajando, que se desmorona en pedazos. Le pregunto si a su edad tiene fuerzas para seguir trabajando. La voz del minero que nos acompaña traduce: "Dice que tiene que trabajar acá porque no tiene dinero, si no trabaja no tiene para su almuerzo ni su desayuno ni nada".
Le pido que le pregunte cuánto hace que trabaja en la mina. Ida y vuelta de palabras en quechua. Y el minero, sin dejar de mirarla a Cirila, me lanza: "Dice que desde hace cuarenta años".
La voz en pena de Cirila vuelve a hablar. Minero traductor: "Quiere que le compremos unas piedritas. Que nos las deja baratitas, pues. A 10 la piedra, y que podemos elegir la que queramos. Dice que las que tiene en la mano son piedras que contienen plata". Pienso en mis abuelas. En todas las abuelas del mundo. Y en esta mujer octogenaria que tiene que martillar todos los días piedras para poder comer. Le compramos varias piedras. Piedritas de su mano a mi mano. Me dice que una me la regala, que es una piedra que la escogió a ella y no al revés. Que a veces le pasa eso. Me quedan brillando las palabras en la mente. El dolor me brilla.
Lo miro a nuestro fiel traductor. Hasta cuándo va a trabajar acá en la mina, que le pregunte eso.
Otra vez ida y vuelta de palabras en quechua. Y la voz del minero, que es el dolor de Cirila, me contesta: "Dice que va a trabajar aquí hasta que se muera, porque no tienen otro lugar donde ir".
Por José Supera

miércoles, 9 de marzo de 2011

sobre las famosas BOCAMINAS del Cerro Rico nos habla Carlos Decker publicado en OPINION apoyando cierto trabajo de restauración imprescindible

Por esas casualidades inexplicables que pasan sólo en vacaciones navideñas, leí el estudio de la Empresa Minera Manquiri que determina la existencia de 138 bocaminas en el Cerro Rico de Potosí (93 abandonadas y 42 aún activas). El albur fue aún mayor cuando me llegaron fotografías de algunas de esas bocaminas que están siendo restauradas por iniciativa de la Fundación para el desarrollo sostenible de Potosí, patrocinada por la empresa minera Manquiri.

Me pareció fuera de lo común que una sociedad anónima esté tan interesada en la conservación de esas joyas históricas del país. En la intersección entre la curiosidad y mi bolivianidad, tan deslavada por decenas de años de ausencia, renació el reportero que habita en mi interior. De esa manera, me enteré de la exigencia de la Unesco por conservar el Cerro Rico en calidad de Patrimonio Histórico de la Humanidad. La organización demanda las acciones pertinentes, que implican la restauración del ambiente físico como son las bocaminas, las cancha-minas, pozos de laboreo, etc.

En una de las fotografías que me llegó se observa, según la restauradora Ana María Luna, la bocamina más antigua del Cerro Rico, perforada en roca viva, como todas las otras abiertas luego de la llegada del Virrey de Toledo, quien, según la historia, fue el que ordenó que se “construyeran” con arcos de piedra.

Según la arquitecta Luna, “lo que me apasiona de ese tipo de bocaminas son los resabios constructivos europeos. Pues, es posible identificar ciertas permanencias de la constructiva histórica europea, como es la del Cister (orden religiosa del siglo XI-XII) que se puede encontrar en la forma de apear el arco del vestíbulo de ingreso, una saliente de la roca (los arcos apeados de una saliente del muro, son propios de esta orden religiosa) esto y otros detalles muy sutiles, es lo que me apasiona de estas precariedades”.

Precariedades es el término, pues están ahí sosteniendo la historia del Cerro Rico desde hace más de 500 años y a 4.700 metros sobre el nivel de mar. Es muy probable que ustedes en Bolivia sepan más que yo sobre este tema, pero también es posible que la cotidianidad del boliviano medio haga de vendaje y no permita ver la tarea histórica detrás de la conservación de una reliquia de importancia mundial, que señala de manera monumental la injusticia, el robo, la miseria y la explotación que significó la minería colonial, pero al mismo tiempo refleja una belleza insólita construida por la mano del hombre. A esta altura de mi comentario me viene el recuerdo del culturicidio de Bamiyan en Afganistán, cuando los talibanes ordenaron destruir las gigantescas estatuas sólo porque representaban un dios ajeno, matando una parte de la historia universal.

En Bolivia, se está haciendo lo contrario, la restauración de esas bocaminas significa emprender la tarea de conservar la historia del pasado, una señal de identidad del país imposible de borrarla.

viernes, 4 de marzo de 2011

hermosa composición de Gonzalo Mendieta sobre "Llallagua" el invalorable libro de Roberto Querejazu

Revisar nuestra historia, cuándo no, podría traer más provecho que inventarla de nuevo. Esto ya lo hemos escuchado, pero parece que no lo sabemos, para perjuicio propio, claro está. 

Leyendo Llallagua, de Roberto Querejazu Calvo, libro añejo ya, se puede ver cuán iguales son los caminos nacionales, cuán verdadero es eso que dice Gracián en El Político, libro dedicado a Fernando el Católico: “La llave de un feliz y acertado reino consiste en el arrancar y, permítaseme decirlo así, en acertar a encarrilar. Por donde comenzó a correr el caudaloso río, por allí prosigue, que después es género imposible el mudarle la corriente”. Querejazu se propuso, implícitamente, contradecir la tesis cespediana sobre la rosca y sus últimos gobiernos. Quizás su paso por la Cancillería de Alberto Ostria lo predispuso ya de joven, además de sus diferencias con el MNR. 

Y así, aunque en su libro no figuran saqueos de tiendas de abarrotes como los de hace pocos meses, sí se encuentran vivos los conflictos por minas, bordeando el enfrentamiento entre cuatreros. El Estado, bien gracias. Los juicios en los tribunales, infinitos, llenos de retruécanos, costosos, ininteligibles e imprevisibles. 

El país siempre ha pagado, haciendo honor a los sentimientos de su inicio, a las víctimas, por nuestra gran compasión, pero también a los osados, a los temerarios, a los aventureros que replican a ese soldado español que tanta aversión parece suscitar (sobre todo estos años) en la superficie, pero cuyas actitudes seguimos adorando en la práctica. Sus genes son materia de muchos de los líderes que encumbramos. Padecemos una esquizofrenia entre nuestra búsqueda de justicia y el premio social y político que ofrecemos a la aventura, la falta de reglas y la capacidad de vencer, cualquiera sea la manera. 

Que ese tributo al díscolo por encima del prudente se mantenga tan porfiadamente en nuestra vida nacional se debe también, sin duda, al tipo de gente que desde la Colonia nuestro país atrajo por causa de la minería. 

Así, se repiten los modelos de la gente propia de las fiebres del oro de otros países: propensos al riesgo inmediato, jugadores, pero no gente inclinada a la vida apacible de la construcción, larga y aburrida. 

Entre las cuestiones que más golpean al leer Llallagua están las peripecias del gobierno de Enrique Hertzog para contentar a los mineros sindicalizados a la vez que intentaba no dañar irremediablemente la industria minera privada, “rosquera”, para que siguiera produciendo. En suma, conflictos parecidos a los de hoy, cambiando lo que hay que cambiar (industria petrolera, asalariados y definiciones ideológicas del gobierno, por ejemplo). 

También, la parte olvidada de nuestra historia, los personajes constructores: la figura de un Pastor Sainz devenido en próspero industrial minero por causa de la persecución política cruzada con talentos empresariales latentes, a la espera de que la política les dé paso alguna vez que una gentileza así fuera posible. 

Es ésta, una reseña algo tardía de un libro de cuarenta y seis años de edad, pero es irresistible, por ejemplo, no citar hoy el terrible mensaje de Don Pastor Sainz, que debería resonar aún en los espíritus de los muchos que matarían por ser Presidente boliviano: “La mayor desgracia que le puede suceder a un hombre es ser Presidente de Bolivia”. 

Fiel a esa premisa, Don Pastor, experimentado parlamentario y combatiente contra Melgarejo, rechazó una segura candidatura para ser presidente liberal que sucediera a Montes. Pocos casos de convicciones tan pesimistas llevadas a la práctica contra el hechizo nacional con el poder público. 

Menudo río éste de nuestra historia,volviendo a Gracián, que nos hace prisioneros de su cauce y de su embravecido caudal. 

Gonzalo Mendieta Romero es abogado