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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Walter Zuleta es un potosino querido y respetado en todos los niveles sociales de nuestro Potosí, por su honestidad, su claridad de pensamiento, su prodigalidad por ellos sus textos son siempre bienvenidos

CONSIDERACIONES SOBRE LAS “MALAS PALABRAS

Soy crítico acérrimo de la ordinariez y  procacidad que desde años atrás, de modo progresivo introduce en su lenguaje la juventud actual, y muy notoriamente la de sexo femenino, que en su diario vivir ha reemplazado la delicadeza y urbanidad de nuestro Idioma Castellano con vocablos de zafiedad tal, que en tiempos pasados hubiera hecho ruborizar a los patanes más avezados.
Esta tendencia, que desde luego no puede ser atribuida al Sr. Evo Morales Ayma pues comenzó antes de su ascenso al gobierno, fue adoptada por adolescentes y de manera curiosa absorbida por un alto porcentaje de damas de clase media, que probablemente hallen en las palabras groseras un símbolo de igualdad frente al machismo, o acaso un exquisito toque de la moda que supuestamente les proporciona alto atractivo personal, sin hacer caso a las consecuencias de orden social y familiar que pudieran derivar de su inclinación.
Conozco el caso de una bella madre treintañera, profesional universitaria por añadidura, que no podía inferir para sí, ni explicar a sus familiares, a qué tipo de influencia obedecía la propensión de su hijo de cinco años, precoz exponente de vocablos soeces y atrevidos, atribuyendo este influjo a los amigos del hermano mayor y a los empleados del servicio doméstico o también a los alumnos del establecimiento escolar. El misterio me fue repentinamente develado cuando de modo fortuito sorprendí un animado coloquio plagado de patanería, zafiedad, ordinariez y otros equivalentes a grosería, que despreocupadamente intercambiaban amigas de familiaridad con la susodicha dama, cuyas palabrotas dejaban muy lejos en contundencia a las de su retoño, con el natural menoscabo de la respetabilidad y simpatía de su imagen.
No quiero ser considerado excesivamente puritano respecto a este tema. Mi oposición es al lenguaje descomedido, tosco y ordinario que practica cada vez mayor número de niños, jóvenes y adultos de ambos sexos, de forma cotidiana y   pública, sustituyendo las expresiones cultas y delicadas del parlar español. Reconozco, no obstante, la utilidad de dejar escapar ocasionalmente un taco o vociferar una palabrota, siempre que sea en tiempo oportuno y sirva para liberar el espíritu de cualquier tipo de opresión.
Debo confesar, para no pecar de hipocresía, que de manera esporádica he hecho resonar pocos vocablos soeces y ordinarios en pláticas privadas, cuando se trataba de enfatizar enfado, o en actuaciones  públicas para aumentar el calor al discurso, mas de ninguna manera he pretendido siquiera convertir estos deslices en idioma habitual y continuo como ocurre con el gentío de los tiempos actuales.
Los hombres de mi generación nacidos en la década de los treinta teníamos un reducido repertorio de “malas palabras” propias del “lenguaje de carretoneros” según calificación de nuestros progenitores. Estas palabrotas y sus  frases combinadas que ocasionalmente repetíamos no pasaban del número de cuatro a saber:
La primera, la más popular hasta hoy, PUTA y sus diversas combinaciones de uso se referían al oficio más antiguo del mundo endosado a la ascendencia o a la actividad propia de la persona contrincante y en otros casos empleada para exteriorizar el asombro de la parte actora ante un hecho insólito.
La segunda frase inspirada en el infando producto fecal que presumiblemente se acumula en algún recinto de castigo para el interlocutor, manifestaba originalmente a manera de prevención ¡VAYA A LA MIERDA!, frase que dado el carácter considerado de los bolivianos de occidente, cuidadosos de emplear el tuteo en sus relaciones, se transformó en ¡VAYA USTED A LA MIERDA! y por su  propensión a abreviar y mutilar vocablos llegó a su versión final ¡VA’STE A LA MIERDA!  Fuera de la frase, la palabra separada se utilizó como expresión de asombro ante lo imprevisto.
La tercera palabrota ¡COJUDO! instituida para quien era reputado incompetente, estólido y torpe,  no tenía el alcance de un insulto en sí, sino el de una manera de advertirle respecto a su conducta que precisaba ser rectificada.
El cuarto de los términos ¡CARAJO! tiene hasta hoy –entre varias- dos principales connotaciones, una que impone autoridad frente al interlocutor y otra que denota estupefacción ante un hecho insólito. Estas aplicaciones podrán comprenderse mejor apelando a una antigua narración de la Guerra del Chaco que daba cuenta del fuerte impacto emocional que asaltó a un “soldadito”-en el decir boliviano- una tremebunda carga de la infantería “pila” que le impulsó a desprenderse de su impedimenta y emprender veloz carrera con todo lo que le permitían sus piernas por una de las sendas que conducía a la retaguardia. Esta desesperada corrida, con la mirada fija en el  suelo finalizó abruptamente en una curva del sendero al producirse violenta colisión  con el abdomen de un rollizo oficial que dio con su humanidad al piso,-¡Perdón , perdón mi Teniente!-,  gritó alarmado,  respondiendo a tiempo de incorporarse el aludido -¡Qué Teniente ni qué Teniente! ¡carajo! ¿no ve que soy su General?- ¡Ay carajo, musitó el soldado,- ¿tanto siempre he corrido?
Armado de este casi ingenuo y modesto arsenal de “malas palabras” hubiera deseado asistir en Bolivia a cada uno de los actos trascendentes del “proceso de cambio” que encabeza don Evo Morales Ayma, aún con el riesgo de que mi calificación ciudadana a los mismos,  pudiera ampliar el uso todavía esporádico de mis tacos.  Me hubiera causado grande ilusión por ejemplo, encontrarme presente en el acto de proclamación en la ciudad de El Alto el 7 de febrero del 2009 para expresar a voz en cuello mi sorpresa y desencanto respecto a la Constitución Política del Estado Plurinacional. “¡Qué mescolanza! ¡Qué texto! ¿QUE CARAJO ES ESTO?”
O tener la suficiente confianza con don Evo Morales Ayma y coincidir con él en la sede de la ONU para advertirle con el mayor respeto y los mejores deseos “ ¡NO SEA USTED PUES TAN COJUDO MI COMANDANTE! A quién se le ocurre reunirse en Cuba con Fidel Castro   y  Hugo Chavez, precisamente la víspera de cada viaje suyo a la Asamblea de las NN.UU. en Nueva York? ¡Así todo el mundo advierte que su “abuelito sabio” y su “ insigne mentor”, juntos, le manipulan y le inducen a decir con énfasis lo que ellos quieren y Ud. mismo no comprende!”
O haber podido asistir a la actuación pública de nuestro ilustre Jefe de Gobierno y a la vez Presidente del Poder Legislativo, en la que trataba de justificar el fracaso oficialista en las elecciones del Poder Judicial, intentando convencer que “hubo ganancia en los 400.000 votos, pues antiguamente se elegía sólo con 157 sufragios” para decirle con toda claridad “ ¡VA’ STE A LA MIERDA don Alvaro , si es que piensa que los bolivianos somos tan COJUDOS que desconocemos lo que significa el voto por delegación en Democracia Representativa!  ¿O es que no está muy seguro de que los Diputados y Senadores de su gobierno representen a alguien? ”

Como no puede hacerse realidad cada uno de los deseos personales continúo opuesto a que mujeres y hombres, jóvenes y adultos de mi Patria hagan propio el lenguaje ordinario de patanes.

Walter Humberto Zuleta Roncal
Washington, 7 de diciembre del 2011