Potosí, departamento sufrido
Potosí es quizás el departamento más pobre de Bolivia y posee una sensación de frustración y desatención de siglos. Los potosinos saben que crearon una enorme fortuna por la explotación de la plata, luego por el desarrollo de la minería del estaño, pero en su mente tienen la certeza de que crearon fortuna para otros, mientras que ellos quedaron con los huecos, con los socavones vacíos y con su gente empobrecida, rascando mineral de su Cerro Rico para subsistir.
Ya van varios años en que la demanda de minerales de China y de India crece y crece, hoy el precio del estaño cerca de 10 dólares, el del cobre bordea los cuatro dólares la libra fina, el del zinc cerca de un dólar la libra fina. Estos precios son históricos, nunca habían llegado a esos niveles; hace años que algunos se enriquecen en Potosí, hay muchos “cooperativistas” que en realidad son empresarios, a ellos les va muy bien, pero junto a ellos a hay miles de miles de potosinos que viven en la miseria. Esos cooperativistas son alrededor de 20.000, pero, obviamente, hay una segmentación entre ellos, unos pocos son empresarios, y los más son empleados de ellos, a esta mayoría no le va nada bien.
Potosí tiene dependencia de la actividad minera, no hay industrias que sean una opción de empleo, Potosí generó 8 por ciento del PIB nacional; la actividad minera significa el 50 por ciento de toda la actividad departamental. Recibe diariamente regalías por un millón y medio de bolivianos, este año recibirá más o menos 700 millones de bolivianos por regalías. Pero, a pesar de esos ingresos, es poco lo que se siente en materia de desarrollo. Aunque los precios de los minerales están en puntos muy altos, los potosinos saben que eso se podría acabar. Pero como siempre han vivido de la explotación de minerales, creen que su futuro podría estar depositado en la explotación del litio o del uranio; es muy poco lo que imaginan o sueñan sobre el desarrollo industrial.
Hay décadas de décadas de conflictos violentos entre laymis y qaqachakas, hay otras tantas décadas de problemas limítrofes entre municipios, todos ellos sin solución, los que a veces devienen en conflictos. Los potosinos se han formado socialmente en la escuela del sindicalismo minero, tienen una alta tradición de lucha, poseen una fuerte cultura de belicosidad social, la que se curtió en muchos enfrentamientos contra las empresa mineras o contra el Estado.
En las elecciones pasadas, el MAS recibió un 80 por ciento de votación a su favor; ese partido, sus dirigentes, los candidatos hicieron muchas promesas a Potosí: relanzar la planta minera de Karachipampa, construcción de un aeropuerto internacional, poner en ejecución la empresa de cemento Ecebol, desarrollo de la minería del litio, avanzar en la construcción de la carretera Potosí–Jujuy de 532 kilómetros de asfalto, construir un moderno sistema de agua potable, dar pasos concretos en la superación de la extrema pobreza.
Pero nada o muy poco se les ha cumplido. Por eso, por acumulación de pobreza, por inmensas promesas no cumplidas, reaccionaron; sí, lo hicieron con rabia, a su estilo, movilizados; pero esa vez muy unidos. Como resultado de sus acciones, recibieron otras promesas, que ojalá les sean cumplidas. Pero, a la par, les dieron una bofetada, no les dieron recursos para el aeropuerto que pedían, como sí se los dieron a otros departamentos. ¿No había proyecto de aeropuerto o simplemente se los penalizó porque se movilizaron? Ésa es la suerte de los potosinos, hace siglos.
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