Llevamos tiempo defiendo, desde espacios como éste, la obligación del
 Estado de resguardar la actividad empresarial minera y de proteger los 
derechos legalmente adquiridos para la explotación de recursos 
mineralógicos. Por ello no podemos mirar a un lado cuando nuevamente las
 empresas mineras son víctimas de avasallamientos y otras medidas de 
fuerza que obligan al cese intempestivo de labores. Lamentablemente, 
éste es el caso de la empresa Manquiri, que desde hace siete días atrás 
sufre la intervención de grupos irreflexivos, que han forzado la 
paralización de sus actividades.
Entre las demandas 
que se enarbolan, ninguna de ellas tiene nada que ver con la empresa 
Manquiri y su operación de una planta de procesamiento de concentrados 
de plata en las inmediaciones de Cerro Rico. Lo que significa que 
Manquiri es tan solo una víctima propiciatoria.
Entonces,
 ¿por qué ensañarse con una empresa productiva sin ningún género de 
responsabilidad en este conflicto? ¿Sólo porque sus instalaciones, 
ubicadas dentro del perímetro de la ciudad, son fácilmente presa de una 
acción de fuerza? ¿O es que se piensa que por tratarse de una operación 
privada cualquier atropello en contra de ella ha de ser justificado? 
Quienes
 protagonizan estos hechos parecen no reparar en los enormes daños que 
ocasionan, y no únicamente a una empresa sino a toda la minería 
nacional. Olvidan, asimismo, que cientos de empleos directos e 
indirectos en Potosí dependen del funcionamiento de la planta de 
Manquiri, que un gran número de cooperativas mineras operan en relación 
directa con esta empresa y se benefician de las transferencias 
económicas que reciben de ella. Quizás también sea necesario recordar 
que la contribución fiscal a través del pago de regalías e impuestos, 
que realiza la empresa Manquiri, no solamente es de importancia crucial 
para los ingresos del gobierno departamental y varios municipios 
potosinos sino también una fuente irremplazable.  
En
 la injustificada decisión de intervenir e impedir el funcionamiento de 
una entidad como Manquiri, se pasa por alto la agobiante situación en 
que se hallan las empresas mineras, duramente golpeadas por el descenso 
de los precios de los minerales. Desde luego, no cabe pensar que haya 
quienes ignoren esa dramática circunstancia, ya que continuamente se 
alude a “la crisis en la minería potosina” como uno de los argumentos 
para exigir la atención gubernamental a las demandas potosinas. Lo 
incomprensible es que ahora se agraven las cosas poniendo a la actividad
 empresarial minera al borde del abismo y a sabiendas de que los mayores
 perjuicios son para el pueblo potosino. 
A todas 
luces es irracional que en el momento en que Potosí necesita más que 
nunca captar nuevas inversiones que eviten el colapso de su alicaída 
economía y reactiven la producción minera, se dé el espectáculo de una 
empresa minera cercada y paralizada y desprovista de cualquier 
posibilidad de hacer valer sus derechos legales. Es la peor señal que se
 puede dar a la inversión extranjera.
El autor es sociólogo.