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domingo, 22 de agosto de 2010

el jesuíta Albó se ha mostrado siempre partidario de EVO y lo apoyó "en las buenas y en las malas" ahora aparece crítico y se refiere al tema frontera


Xavier Albó
es antropólogo lingüista y jesuita.

Potosí mucho nos enseñó y confirmó. Daría para muchas columnas. Aquí me fijaré en el tema de las fronteras en conflicto. Qué adjetivo añadirle: ¿innecesarias?, ¿bloqueadoras?, ¿estúpidas?, ¿matadoras? Pensando en la solución, me quedo con “superables”.

Todo el lío de Potosí empezó por un conflicto de límites entre Coroma (Potosí) y Sivaruyo (Oruro), por el cerro Pahua, que es un almacén gigante de piedra caliza para cemento. Este pleito tiene raíces por lo menos coloniales, cuando el recurso apetecido eran simplemente terrenos de cultivo o pastoreo, como en tantos otros conflictos entre ayllus y comunidades. Ahora, con la caliza, el pleito se ha amplificado a los dos departamentos involucrados.

Límites indefinidos e incluso bien definidos si además albergan recursos apetecidos por ambas partes son un excelente caldo de cultivo para conflictos y ambiciones desde niveles locales hasta los internacionales.

En la historia local reciente, dos provincias tarijeñas se pelearon por un pozo de petróleo y, obviamente, las regalías y pegas que pueda generar. En Inkawasi, entre los departamentos de Santa Cruz y Chuquisaca, pasó lo mismo. Y, a nivel internacional, nuestra Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay en 1932-35 fue por el petróleo; y antes la del Acre, por la goma 1899; y la del Pacífico, por el salitre, cobre y otros minerales, y de yapa, aunque no fuera el detonante, el mar.

Una buena delimitación siempre puede ayudar. Con las titulaciones de la Reforma Agraria de 1953 se minimizaron muchas guerras entre ayllus y comunidades a lo largo y ancho de los Andes. Los conflictos crónicos entre laymis y qaqachakas, también por sus territorios agropecuarios, se habían agravado por la falta de límites departamentales precisos desde la época colonial y parte de la solución (al menos de momento) ha sido realizar la delimitación pendiente con apoyo de las instancias correspondientes del Estado.

Se añade además la necesidad de una ley de límites, que ahora se está acelerando a propósito de este conflicto, pero no sólo por ello. Limitándonos al nivel municipal, me cuentan los entendidos que hay más pleitos pendientes que municipios, aunque muchos de ellos se mantengan latentes en un momento dado. Mejor así, pues, como dijo algún sabio, las normas se deben concertar en tiempos de paz para que se apliquen en tiempo de guerra.

Pero en esa ley y, en general, en el manejo de estos conflictos, yo siempre añadiría un inciso que dijera algo así como: “cuando el conflicto de límites se amplifica por la existencia de un recurso importante para las partes contendientes, se priorizarán aquellas soluciones que mejor aseguren su aprovechamiento por ambas partes”.

Así ocurre ya en casos de aguas binacionales, como en el lago Titicaca y en tantos ríos fronterizos. Pero el principio podría generalizarse a otros casos.

Se acercan a ello soluciones salomónicas como la de este caso: una fábrica de cemento para cada departamento (¿y municipio?) implicado. O dos de cítricos en Caranavi y Alto Beni…

Podríamos dar aún otro paso cualitativo. Por ejemplo, lograr un proyecto común único y compartido. Debemos aprender a pasar de las sumas cero (1-1 = 0) a las combinaciones multiplicadoras: 1.1.1 = 5 o más.

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