Vino a este mundo, estudió, trabajó, luchó y amó pensando en Bolivia. Una de sus primeras obras es una recopilación sistemática, clara, seria, de tratados y convenios suscritos por el país. Escribió libros sobre los procesos de integración. Estudió con seriedad los diferentes aspectos que forman parte de las relaciones internacionales
Edgar Camacho Omiste, intelectualmente, comprendía con claridad los fenómenos de la naturaleza, de la sociedad y de la vida. Y como profesional sabía filosofía, historia, teorías del Estado, sociología y economía. Tenía una formación completa. Lo importante de este nivel de evolución no está en el saber solo por el saber mismo, sino en la capacidad de trabajar y luchar por un mundo conforme a la razón y a la justicia. Edgar cumplió su deber con su familia, con su medio social y con su patria. Hizo todo lo posible para evitar costos inútiles en la proyección de preferencia o privilegios ajenos a su concepción integral del ser humano.
Yo le he oído decir, en su casa, que el trabajo es la cualidad que diferencia al ser humano de los otros seres vivientes. Mediante esa acción pensante y realizadora, las personas transforman su medio y se transforman a sí mismas en la perfección infinita de la libertad. Georget, su esposa, nunca dejó de estudiar, fundó sus propios institutos, escribió sus propios libros, estuvo al lado de su esposo, educando a sus hijos y ofreciendo a la población oportunidades para mejorar sus conocimientos científicos y artísticos.
Los hijos asumieron sus responsabilidades. El arte en general les debe mucho. En esta parte de nuestro homenaje a Edgar lo que deseamos significar es el papel de los padres en este núcleo básico de la sociedad. La prédica y el ejemplo son fundamentales y en la proyección de cada ser forman la totalidad. La sociedad, y en ámbito político el Estado, no son sino la suma dinámica, consciente, comprometida de las individualidades que salen de cada familia. Además del trabajo, los valores y principios proclamados por el excanciller de la República eran la solidaridad, la mutua tolerancia, la cooperación y el amor. Y yo que fui su amigo mucho tiempo, puedo decir que fue consecuente con lo que decía.
En relación con su medio social, con sus amigos, sostuvo hasta el final que no hay salvación individual posible. La vida es un acontecimiento colectivo, en esa dinámica múltiple, la equidad que no es, precisamente la uniformidad, consiste en que todos tengan lo suficiente para cumplir su rol con la totalidad, es decir, con los demás. El razonamiento es sencillo: La sociedad, es decir, el ser humano, resulta victorioso cuando suprime la injusticia, la violencia, el desprecio, el dolor en todo y en cada lugar y momento.
Muchos jóvenes podían sacrificar compromisos importantes antes que faltar a clases del Dr. Edgar Camacho Omiste. El método era correcto, el lenguaje claro y preciso, la relación, maestro alumno se daba en la lógica generosa del conocimiento. Muchos, quizás todos preguntarán una y otra vez acerca de la ausencia del maestro. Él ya no estará, pero sus libros estarán más allá de los prejuicios, de los mitos, de las restricciones meramente objetivas.
En dimensión más amplia, yo creo que vino a este mundo, estudió, trabajó, luchó y amó pensando en Bolivia. Una de sus primeras obras es una recopilación sistemática, clara, seria de tratados y convenios suscritos por el país. Escribió libros sobre los procesos de integración. Estudió con seriedad los diferentes aspectos que forman parte de las relaciones internacionales. Le hemos escuchado conferencias, combinando sabiamente el nivel científico del concepto con la belleza de la palabra. Hay oradores que hablan bonito y dicen poco, hay otros que repiten cifras y hechos concretos en forma poco agradable, Edgar formulaba propuestas científicas bellamente.
Lo que yo conservo son sus estudios y propuesta acerca de la formación de una nueva categoría histórica en la proyección de la gran patria bolivariana. Con razón decía que era difícil, quizás imposible, fundar la patria latinoamericana en la lógica simple del mero intercambio comercial. Propugnaba la necesidad de crear nuevas estructuras de integración de carácter comunitario, es decir, superar las pequeñas unidades para dar lugar a una nueva entidad capaz de utilizar las economías de escala, los adelantos y desafíos de la ciencia y de la tecnología y en esas condiciones, ofrecer al habitante de este hermoso lugar del mundo, lo necesario para ejercer su dignidad.
Edgar ha muerto hace ocho días pero, su espíritu, la proyección infinita de su inteligencia está aquí, estará para siempre. Es en el marco de esa concepción que comprendemos su partida.
El autor es profesor de Teoría del Estado
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