Editorial de El Día. 15 de agosto 2010
Los potosinos querían tener a Evo Morales frente a frente. Hace mucho que lo ven sólo por televisión, en su avión, junto a Chávez, Castro y otros líderes extranjeros, hablando del medioambiente en Europa, mandándole cartas a Barack Obama preocupado por la Ley Arizona, insultando a Estados Unidos por las bases en Colombia y también defendiendo a Irán.
Lo ven inaugurando canchitas y en las infaltables reuniones con los cocaleros, pero muy pocas veces cuando se presenta un problema en el país.Los potosinos no querían que les pase lo mismo que a los indígenas del oriente, que se cansaron de esperarlo en la carretera mientras marchaban. En una ocasión, el presidente Morales estuvo a sólo unos kilómetros de ellos, pero prefirió jugar un partido de fútbol con sus seguidores en San Ramón, mientras los originarios permanecían en El Puente, provincia Guarayos. Al cabo de varias semanas de padecer frío y enfermedades volvieron a sus comunidades resignados a seguir mascullando su miseria.Los potosinos ya no quieren hablar con los ministros de Evo Morales porque ya los conocen.
Hay algunos que se especializan en ver “alzamientos armados” cada vez que se produce un descontento popular. Otros son capaces de acusar de “vendidos a Usaid” a los mismos dirigentes que el día anterior recibían su asesoramiento. Ni siquiera reclaman al Vicepresidente, siempre ocupado en diseñar leyes, en buscar la forma de fortalecer un Estado ausente de los problemas, de las soluciones y de las propuestas, delirando con la figura de un héroe de caricaturas que levanta su espada y afirma que “ya tiene todo el poder”. Y es que los potosinos no comen leyes. Las leyes ni siquiera sirven para tapar los huecos del Cerro Rico, que se cae a pedazos junto con las ilusiones que tenían por “el cambio” los habitantes del departamento más pobre y más rico de Bolivia y que por eso mismo representa la gran paradoja de este país.
Empezar “el cambio” en Potosí hubiera sido la mejor prueba para las supuestas bondades de la revolución y descolonización que propone el Gobierno. Pero los potosinos tal vez nunca imaginaron que el Presidente les diga que él no tiene la culpa de sus problemas y que en lugar de atenderlos decida viajar este sábado a Paraguay a hablar en un foro social sobre los grandes progresos que se están haciendo en Bolivia en pos del objetivo de “vivir bien”.Evo se va de viaje y deja a sus ministros haciendo lo que mejor saben hacer. Han comenzado a agitar a los movimientos sociales afines al Gobierno, a los ayllus que protegen a los contrabandistas y a otros sectores de campesinos, quienes ya amenazaron con cercar Potosí y atender “a su manera” las protestas de los potosinos.
El terreno está preparado, ya empezaron a acusar a los dirigentes de ser instrumentos de la derecha y de buscar la desestabilización y el desgaste de Evo Morales.Pedir la presencia de Evo Morales era tal vez para los potosinos, la garantía de que aún siguen vigentes las promesas que les hizo cuando les pidió en reiteradas ocasiones sumarse al cambio, ofrecimientos que tuvieron una acogida contundente en la región que más necesita cambiar. Es posible que Potosí no esté dispuesto a ofrecer tan fácilmente su resignación.
Los potosinos reclaman ante Evo Morales porque fueron los que más le votaron siempre.
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