Nuestra deuda con Potosí
Mauricio Aira
Bolivia entera está en deuda con Potosí. Su aporte al Tesoro de la Nación ha sido sostenido, generoso, desinteresado y cuantioso. Al fundarse la República en 1825 la riqueza potosina había construido templos y palacios en el viejo mundo, porque España que se beneficiaba con el aporte de la plata explotada a raudales en el subsuelo potosino, estaba pagando su deuda con Italia, con Francia, con Alemania donde surgía una moderna arquitectura y el portento de la construcción con recursos que provenían justamente del pago de esa deuda por la muy endeudada España desde Fernando e Isabel la Católica.
Cuando Galeano nos cuenta que se pasó muchas semanas metido en los archivos de la Casa de la Moneda de Potosí y nos ofrece cifras (de dudosa confiabilidad) acerca del aporte potosino al arcano ibérico, pone en marcha un proceso moderno de reivindicación del pensamiento de izquierda que se plasmaría con los años en la toma del poder en varios países nacido bajo el colonialismo imperial. El uruguayo sobredimensionó la riqueza enviada a la monarquía, que sí fue colosal, aunque no en la cuantía que reveló en sus “venas abiertas” o sea heridas sangrantes de América Latina.
Con todo Galeano estaba construyendo el andamiaje para la reivindicación frente a 500 años de explotación en nuestro continente. De todos los productos que ofrece el autor en su mencionada obra, ninguna de tan grande valor y cuantía como la plata de Potosí. Las ideas trasmitidas allí han servido de colchón a las corrientes que todavía alimentan aunque cada vez con menor realismo al llamado Socialismo Siglo XXI, que aceitado por Castro y Chávez pretende reconstituir el Imperio Incaico en la más costosa utopía de los tiempos modernos.
Luego vendría la República que se cimenta en la explotación de los minerales de Potosí, de la plata saltamos al estaño que se ilustra muy bien con el aporte de Bolivia a la Segunda Guerra Mundial, pues como es sabido “le declaramos la guerra al Eje constituido por Alemania, Japón e Italia siendo parte de los aliados” y en señal de fidelidad al acuerdo Bolivia entregaba sus minerales para la acelerada construcción de las armas que utilizaron los aliados para derrotar a los nazis. Al llegar la hora de hacer cuentas el aporte tenido en “stand bay” superó 345 millones de dólares salidos de Potosí, de sus socavones, de los pulmones de los mineros.
Nuestra deuda no es sólo en plata, estaño y otros minerales, sino en vidas humanas. Los mitayos a cambio de un puñado de coca, de tostado y chuño descendían a las profundidades como topos humanos y a fuerza de acullico y sangre labraron fortunas que allende los mares construían inconmensurables empresas capitalistas (Hoschild, Patiño y Aramayo) cuya expansión pertenece al mundo de la ciencia ficción que supera en su abrumadora realidad a “Las Venas…” del uruguayo. Del mitayo al minero potosino, legendario personaje que tumbó a la rosca (superestado minero industrial) que controlaba el poder político militar de la República emergente.
Nuestra deuda aumenta en lugar de decrecer porque no somos capaces ni siquiera de pagarle los intereses a Potosí que agoniza en medio de lacerantes necesidades que no tenemos el valor, ni la visión de solucionar, ni siquiera este régimen crecido al abrigo de las reivindicaciones de los cinco siglos y de reconstruir Bolivia devolviéndole su dignidad y haciendo justicia sobretodo a Potosí.
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