Los símbolos masistas se hacen añicos
Mauricio Aira
Durante los casi 20 días de conflicto en Potosí se han sucedido incontables concentraciones humanas que al declararse la huelga de hambre, repercutió en otras tantas en Sucre, Cochabamba, La Paz, Santa Cruz, El Alto donde se expresó un apoyo concreto, contundente y cargado de emotividad como fue el ayuno instalado por los piquetes de potosinos voluntarios por todo el país en una extraordinaria demostración de amor por el terruño natal, de adhesión al petitorio de seis puntos presentado al Gobierno.
Potosí exhibió la cólera acumulada en casi dos siglos de ser la capital del estaño y como tal, la fuente de riqueza y bienestar de la Nación y por cuanto no halló justicia en los sucesivos regímenes ante los que demandó compensaciones y retorno económico de los minerales extraídos de sus entrañas. El último conflicto nos ha mostrado su fortaleza de ánimo, su pujante voluntad de exigir sus derechos que fueron desoídos por la Administración de Evo Morales ante quién imploró día tras día la atención de sus demandas que fueron finalmente oídas a fuerza de demostraciones del colectivo en formas diversas, en las que el símbolo de evismo la controvertida whipala estuvo ausente. He mirado con lupa las imágenes de los medios y no he podido encontrar una sola. ¿Donde se metieron las whipalas?
Mostrar tal bandera en medio de tantas protestas habría sido de mal gusto, aparecer con el mosaico multicolor que las muchedumbres identifican con Evo, sin que nadie se lo hubiese propuesto, sin obedecer consigna alguna, las organizaciones sindicales, barriales, profesionales, los conglomerados colectivos que participaron en las movilizaciones percibieron el fenómeno que nos hizo pensar en la atomización, la desaparición de los símbolos que representan el poder que se está atacando, al que se está responsabilizando de las carencias, al autor de nuestra postración y desengaño. ¡Qué extraordinario! Como cuando sucumbieron los ídolos de barro Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Hussein, cuyas estatuas fueron destrozadas, sus imágenes borradas, su memoria abatida de la vista de los pueblos, de tal modo que nada pudiera recordar su presencia. La whipala desapareció simplemente del bosque de símbolos resurgiendo el blanco y rojo de la bandera potosina que enarbolara Pantaleón Dalence cuando alzó en alto el estandarte del federalismo.
Además el nombre de República de Bolivia volvió a atronar los cielos, porque eso de “estado multi” resulta tan extraño, tan artificial y falso, porque como ha preguntado más de una vez Carlos Valverde ¡Cuál es el Estado que no sea multinacional? Todos lo son, de modo que la segunda palabrita está por demás, no corresponde. Todos somos republicanos, es decir la mayoría de los bolivianos que estamos de acuerdo con el cambio para que todos tengan mayor acceso a los beneficios de llamarse bolivianos y sean iguales ante la Ley con la misma carga de obligaciones, pero también de derechos.
Destacable el intento del Gobierno de “hemos cumplido con Potosí”, o de su vice-ministro de Gobierno “la intervención de Grenoble (una empresa suiza) se demuestra con la manipulación de dinamita en que fue herido un minero”. El Gobierno no ha cumplido con Potosí, si resultará en beneficio será por la exclusiva acción del pueblo potosino cuyo coraje, perseverancia, templanza debemos apreciar y si el minero perdió la mano es porque en su calidad de potosino quiso participar de la protesta sin necesidad de empresa alguna que lo hubiese motivado. Así cuando los símbolos impuestos se hacen añicos, resurge la fe en los valores propios y el orgullo de ser potosino
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