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martes, 28 de julio de 2015

nueva columnista en LT Chellis Glendinning califica al conflicto Potosí Gobierno (EMA) se deba a un trauma original. (violación incalificable yesclavitud de los indígenas en las minas) de tal modo que Bolivia es cautiva de una dinámica disfuncional(?)

Algunas veces no se hallan explicaciones racionales para eventos que se desarrollan como fantasmas de una guerra de los tiempos antiguos.
Mis amigos, el periodista Weimar Arandia y el abogado Gary Bracamonte compartieron conmigo su sospecha de que el conflicto entre los dirigentes cívicos de Potosí (y aparentemente una mayoría de los potosinos) y el Gobierno en La Paz viva en dicho mundo surrealista, con raíces en la subconsciencia.
Soy psicóloga con un ojo hacia la esfera colectiva; además soy una seguidora entusiasta de las teorías psicoanalíticas aplicadas a colectividades desarrolladas por el psicoanalista Bruno Bocarra. En su libro “Bolivia: Revertiendo traumas” (CERES/Plural 2014), los temas psico-sociales en Bolivia, a que todos somos (demasiado) conscientes, tienen sus raíces en lo que se llama el trauma original. Según Bocarra, este trauma es la violación incalificable y la esclavitud forzosa de los indígenas en las minas de Potosí por una duración interminable de más que tres siglos.
Como con todos los traumas, tal herida catalizó una serie de mecanismos defensivos –o modos fijados de pensar, sentir y actuar– que han sobrevivido incrustados en las psiques y las suposiciones de la gente y fortificados por el shock que produjo la Guerra del Pacífico y después el terror de las dictaduras.
Como la identidad con la victimización que persiste como bacteria en el hielo de un iceberg. Como temor de ser despojados por el extranjero, que produce una escisión entre nosotros/el otro y la aparición de la figura del enemigo. Como la proyección de cualidades peligrosas o motivos siniestros en el que es considerado el enemigo. Como la paranoia. Como la inhabilidad de negociar con una actitud abierta.
Y aquí nos hallamos, siglos más tarde, enzarzados en una dinámica sin posibilidad obvia de resolución. El Primer Mandatario ha rechazado absolutamente atender a los manifestantes y los ha acusado de ser los inocentones ignorantes instrumentos de los chilenos pícaros, o quizá del gobernador advenedizo de La Paz. Por su parte, los potosinos imponían demandas, algunas de las cuales son razonables (construcción de proyectos como un hospital del tercer nivel) y otras que son irracionales y sin fundamento en apariencia (un aeropuerto internacional, el rechazo de un diálogo con los ministros).
Entonces, entre la dinamita de los mineros y el gas lacrimógeno de la Policía, entre las llantas pinchadas y los palos, pareció que no hubiera una salida.
Para una psicóloga es curioso que tal enigma esté surgiendo en la ubicación del crimen original. Pero eso no es una indicación de la llegada de la liberación, puesto que la recuperación no puede ser lograda por la proyección de los temas con raíces antiguas a las acciones actuales. Un individuo, grupo o país tiene que emprender la reunión de los sentidos, las emociones, la cronología de eventos ofensivos y un entendimiento de su significancia con la realidad del trauma original.
Entonces podemos dejar la irracionalidad, pensar con claridad, comprender la posición del otro y reanudar la habilidad de comunicar.
Ahora, por fin, el hielo se está derritiendo. Pero todavía el país es el cautivo de dinámicas disfuncionales…
La autora es psicóloga y escritora www.chellisglendinning.org

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