POTOSI VIVE
EN EL CORAZÓN DE LOS POTOCOS
LEJOS DE SU TIERRA NATAL
(Editorial de Los Tiempos) Potosí es la más completa síntesis de las paradojas, los conflictos interiores, las dificultades que encontramos para mirarnos a nosotros mismos
Hoy, 10 de noviembre, Potosí conmemora su efeméride cívica en recordación de la insurrección que un día como hoy, hace 202 años, en 1810, protagonizaran los vecinos de esa ciudad para sumarse al movimiento que desde Buenos Aires proclamaba la ruptura de los vínculos que hasta entonces los unían al Virreinato de Lima.
El gesto revolucionario de los potosinos de aquel entonces tuvo una trascendencia muy peculiar porque Potosí ya era, como lo es desde hace más de 500 años, una fuente de riqueza tan grande que alrededor de su posesión se desencadenaban las más intensas pasiones y pugnas. Muchos de los hilos que se movían desde Madrid, pasando por Lima y Buenos Aires, tenían como principal objetivo mantener, en unos casos, y conquistar, en otros, el control de tan fabulosa fuente de poder económico.
Hoy, 202 años después, y como ya es tradicional, esos acontecimientos son recordados en circunstancias que dan a sus habitantes muy pocos motivos de satisfacción. Es que como si de una maldición histórica se tratara, año tras año Potosí se mantiene entrampado en medio de las múltiples paradojas a las que lo condena su doble condición de inagotable fuente de riquezas y la igualmente grande cantidad de motivos para la frustración y el lamento. Como hace más de cinco siglos, sigue siendo una de las principales fuentes de ingresos para el erario público, pero sigue sin hallar la fórmula capaz de transformar esa riqueza en bienestar para sus habitantes.
Tan cierto es eso, que si hubiera que identificar un sitio especialmente cargado de todo tipo de elementos simbólicos, probablemente Potosí con su Cerro Rico y su salar figuraría entre los más importantes. Y no sólo porque la abundancia de las riquezas minerales que contiene su suelo y subsuelo han alcanzado dimensiones legendarias, sino también porque la palabra está íntimamente ligada, por lo menos en la conciencia colectiva boliviana, con la pobreza y todas sus más penosas manifestaciones.
Más notable aún es que tal paradoja no sea cuestión del pasado, sino que mantenga tanta actualidad como cuando en el siglo XVI el Cerro Rico fue el origen de tan grandes fortunas para unos como de penurias para los millones de indígenas que murieron –y todavía mueren– en sus socavones.
El sólo hecho de que, una vez más, los principales actos conmemorativos sean una mezcla de manifestaciones de protesta y de festejo, es por demás elocuente, y que una agenda departamental que contiene seis puntos, la mayor parte de los cuales se viene repitiendo desde hace mucho tiempo, sea cumplida en forma dispersa, así lo demuestran.
En fin, Potosí es hoy, tal como ayer, la más completa síntesis de las paradojas, los conflictos interiores, las dificultades que todos los bolivianos encontramos para mirarnos a nosotros mismos, reconciliarnos con nuestro pasado, entender nuestro presente y reconstruir nuestro futuro. Por eso mismo, concentrar esfuerzos en modificar esa situación sería, sin duda alguna, tan beneficioso para Potosí como para todo nuestro país.
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