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lunes, 6 de febrero de 2012

Ivo Salomunovic hace ya varios años desde Suecia se había dirigido al Rey de España solicitando su parte del tesoro Nuestra Señora de las Mercedes. (Roger Cortés)

A ver si el nuevo Ministro de Culturas hace uso de sus atribuciones y junto con la Embajada de Bolivia en España reclaman lo que en justicia nos corresponde
Unos buscadores de tesoros, con máquinas increíbles y con un espíritu mezcla de piratas y Jacques Cousteau, logran descubrir un barco hundido. Con sus detectores sonares saben que han encontrado el tesoro más grande jamás encontrado en el mar. Este tesoro lo guardan como secreto hasta que al punto exacto de coordenadas van y con unas aspiradoras que parecen brazos de monstruo de ciencia ficción, logran extraer el botín.
Este botín lo llevan a un lugar secreto y lo ponen en unas arcas de plástico. El botín es nada menos que medio millón de monedas de plata. El barco, Nuestra Señora de las Mercedes, del cual extrajeron esta fortuna es de propiedad del Estado español.
Pero los piratas dicen, “nones, sería de propiedad española pero está en nuestro poder así que naranjas para ustedes”.
Los españoles se cabrean y dicen que sí y sus investigadores hallan toda la documentación del barco en sus archivos y siguen juicio a los caza tesoros de la compañía Odessey. Buen final, el juez de Tampa resuelve a favor de los españoles y dice que el barco era precisamente un barco de guerra en misión y que al contrario del Titanic, no era comercial, por tanto, todo lo que estaba en el Nuestra Señora de las Mercedes es propiedad del Estado español.
Tamaña sinvergüencería. La carga que llevaba el navío perteneciente a la Armada española era plata extraída de Potosí, con el trabajo de los indios. Con su sangre se llenaron las arcas que llevaban el fruto de su explotación a la urbe madre. Los ingleses, conocedores de este detalle, les interrumpieron el paso y los hundieron, claro sin poder hacerse cargo de la plata, pero con la satisfacción naval de haber hundido un barco enemigo. Ellos, los ingleses, se fueron a casa a informar a la corona que su trabajo fue bien hecho, que la plata, mal habida, de los españoles estaba en el fondo del mar.
Las potencias, otra vez, peleándose donde les diera la gana y los productores de materias primas, en el caso de las monedas, el producto terminado, doblones que se convirtieron en la moneda universal. Eran como el dólar ahora, claro sin la crisis. Esa plata, medio millón de monedas, es un montón de dinero y es un montón de historia.
Quizá ahora corresponda al Gobierno boliviano hacer una reclamación formal y clara al Estado español de devolver la plata mal habida a las arcas de Potosí. Si los jueces han sido capaces de reconocer propiedades, es tiempo que reconozcan la propiedad de Bolivia en todo lo que corresponde a haber generado una economía española poderosa y que no benefició a los bolivianos en nada.
A ver si el nuevo Ministro de Culturas hace uso de sus atribuciones y junto con la Embajada de Bolivia en España reclaman lo que en justicia nos corresponde y no a ellos.
Los daños causados por abusos de poder, de guerras y de violaciones de los derechos de la humanidad son reconocidos en la legislación internacional.  Pidamos lo que corresponde y boicoteemos la entrega de tan valioso tesoro que pertenece a nadie más que a los potosinos.
 

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