La empresa Minera San Cristóbal (MSC) está, desde hace ya 10 días, paralizada. Eso significa, según cálculos del viceministerio del rubro, una pérdida acumulada de alrededor de 30 millones de dólares. Y eso sin contar pérdidas indirectas e intangibles como es el deterioro de la imagen que nuestro país proyecta hacia el exterior en un rubro tan sensible y tan urgido de inversiones como es el minero.
Son tan grandes los montos que están en juego que no es sorprendente que –como acertadamente recuerda un editorial del matutino colega El Potosí– alrededor de ellos surjan, justificadamente o no, periódicos pedidos ya sea de los pobladores de la zona, de dirigentes cívicos y/o sindicales e incluso de gente que nada tiene que ver con la empresa ni con Potosí.
“Algunas veces, los pedidos tienen asidero, otras no tanto. La mayoría de las veces, San Cristóbal es utilizada como una buena excusa, una bandera para enarbolar en encendidos discursos de plazuela, de esos que tan bien caen a los asistentes a asambleas sindicales o consejos consultivos”, dice El Potosí y, en efecto, ésa parece ser la descripción más acertada de lo que motiva la actual arremetida sindical.
La enorme desproporción de las exigencias del sindicato de trabajadores de MSC tiene todos los visos de un injustificable abuso y, como acertadamente advierte el matutino potosino, será esa región la más perjudicada. “Si también hundimos a esta empresa, será cierto aquello de que el peor enemigo del potosino es otro potosino”, concluye El Potosí al lamentar que sea un contrato suscrito con la única empresa potosina contratada para prestar servicios a San Cristóbal el blanco principal de los ataques.
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