En San Pedro de Buenavista, compartí con aquellos hermanos fotografías con la obra pictórica y la dramática existencia de un extraordinario potosino: Miguel Alandia Pantoja (Catavi 1914–Lima 1975). Fue una manera de comenzar a reflexionar sobre nuestra historia, las revoluciones y la situación política del país. Alandia fue pintor autodidacta, fundador del Partido Obrero Revolucionario y combatiente en la Guerra del Chaco.
Hace muchos años tuve la oportunidad de leer Llallagua, historia de una montaña, de Roberto Querejazu Calvo. Era joven y no me entusiasmó tanto como ahora. Lo volví a leer hace un par de meses, como quien vuelve a sus viejos amores, y entendí mejor, en la segunda lectura, las pasiones y conflictos que desatan la explotación de los minerales, la fallida metáfora de la riqueza y el bienestar en las minas de Llallagua, Uncía, Catavi y Siglo XX.
Llallagua, refiere Querejazu, es el nombre que dan los indígenas de los Andes a un espíritu benigno que trae abundancia en las cosechas de la papa. En los tiempos del imperio incaico, los habitantes de la región llamaron Llallagua a la montaña por su configuración parecida a dos enormes tubérculos unidos.
La montaña de Llallagua (9.675 m.s.n.m.) ha sido desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX (con el auge de la explotación de minerales) un centro importante para la vida republicana. Llallagua ha tenido influencia en el destino político, económico y social de toda la nación, dice Querejazu: En la montaña de Llallagua se organizó la primera industria moderna de Bolivia y la mina de estaño más grande del mundo. En ella nació el sindicalismo minero. En ella se ganó la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas. En sus faldeos se vertió sangre de obreros y empleados. En ella hicieron gran fortuna pioneros como Pastor Sainz, John B. Minchin y Simón I. Patiño. En ella instalaron su plaza fuerte corrientes políticas de izquierda que abrieron surco para una revolución económica y social. En ella se echaron a rodar los dados de la suerte económica del país al estatizarse la minería mayor.
En la segunda década del siglo XXI, Llallagua es otra vez noticia porque los sectores campesinos y aledaños a las minas han llegado a la ciudad en una marcha de protesta por el alza de los precios de los productos alimenticios y han saqueado varios centros de abasto. Se han cometido excesos por parte de los marchistas, es cierto, pero también es absolutamente cierto que el Estado y el progreso son elusivos para el Norte Potosí. La protesta es una señal del malestar ciudadano que provoca la pobreza, la falta de esperanza y la ausencia de un Estado, que se infla de cifras y estadísticas.
Politólogo y catedrático
Carlos Cordero Carrafa
No hay comentarios:
Publicar un comentario
todo comentario es bien venido evitando eso sí palabras vulgares o insultos indecentes. exponer ideas e ideales.