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jueves, 19 de agosto de 2010

valió la pena tanta sangre derramada? se pregunta Daniel Pasquier a propósito del conflicto potosino

Julio-agosto 2010 marca la rebelión de Potosí, otro campanazo de alerta a la construcción del nuevo Estado Plurinacional. El Cabildo Potosino convocó alrededor de 140.000 personas detrás de banderas reivindicatorias, mientras que los de Santa Cruz primero y La Paz después sobrepasarían el millón. En el contexto, cualquiera de los escenarios representaba sobradamente la voluntad popular, lo que querían los cruceños, los paceños y los potosinos. Todos manifestaron el rechazo a la administración distante e indiferente a las realidades regionales que en la mayoría muestran necesidades con cara de urgencia o, expresan definiciones y sentimientos que no están dispuestas a tolerar la intervención del poder central ni del juego de cintura de intereses de grupo o partidarios. Es el ejercicio de soberanía directa. Por diferentes motivos se cuestionan abierta y democráticamente la persistencia de un poder político excesivamente centralizado.
Tenían derecho a rebelarse. Potosí es sinónimo de riqueza y sin embargo alberga una población pobre, cuando no mísera. Simboliza al estado explotador colonial que exportó fortunas a Europa primero, para continuar después transfiriéndola a las arcas de sus descendientes dentro y fuera del estado boliviano. El costo de semejante modelo es difícil de traducirlo a números, porque las toneladas de plata, oro y otros minerales, no contemplan los millones de muertos sometidos al trabajo en las minas, de millones que vieron truncadas sus vidas por la desnutrición y las enfermedades compañeras al trabajo en condiciones infrahumanas ni a los millones que salieron de sus hogares forzados a buscar el sustento lejos de la Patria. ¡Y siguen las promesas!
El Gobierno juega con el país proponiendo autonomías truncadas. Ha creído engañar reconociendo al Estado Plurinacional como “descentralizado y con autonomías”, para después bajar la caña con la Ley Marco de Autonomías y Descentralización, confundiendo y complicando además todo el proceso con la inclusión simultánea de varios tipos de gobiernos autónomos, aplicando literalmente el “divide y vencerás”. Ya tiene a los chaqueños enfrentados entre ellos porque hay mucha plata de por medio, y levantaron fisuras con tres departamentos originalmente hermanos. Se da lugar a “virreyes ambulatorios”, hasta con “ejército propio” espejo de la nueva concepción militar de UNASUR, que va por la Chiquitania chequera en mano ejerciendo poder paralelo efectivo a espaldas de los gobernantes legal y legítimamente constituidos. La experiencia ya cambió el padrón electoral en Pando y, casi lo logra en el Beni. Donde el modelito no dé resultado hay atajos para deshacerse de los díscolos, mentes independientes, personas con opinión propia, ciudadanos que ejercen su derecho a tener criterios hasta contrarios a los dictados oficiales. Para ellos se reserva la nueva justicia del Estado Plurinacional que con imputación rápida y hasta sin pruebas da curso al vía crucis de los “estorbos”.
Pero no hay moneda sin dos caras. Bolivia padece de lo mismo que Penélope, de día teje y de noche desteje, para ir sorteando los avatares de la vida. En las ciudades grandes del eje, en los pueblos, en los villorrios, en la inmensa geografía andino chaco amazónica, lo que sobran son necesidades sin atender, proyectos truncados, obras inconclusas, además de las obras fantasmas que son las que más abundan. Las promesas están de sobra. Y si la promesa constitucional del “vivir bien” ha calado hondo entre los pobres y ha pasado a ser parte de la expectativa en la conciencia nacional a raíz del nuevo Estado, pero no ha calculado con serenidad el tiempo que haría falta para reparaciones históricas y, menos aún ha calculado cómo justificar atrasos en la resolución de esas necesidades, debido sólo a mala administración, a faltas de gestión por ignorancia u omisión. Más grave y sin escapatoria, cuando la población olfatea bien y rápido que se le está tomando el pelo, que el cuento favorece a ojos vista a unos pocos, que detrás no hay tanta negligencia, pues son muy diligentes para lo suyo, sino que florece la corrupción. La eterna, la de siempre.
Los tiempos son distintos si se duerme con hambre o con la panza llena. Cada pueblo tiene su urgencia, el autogobierno es constitucional, plata hay -lo repite el gobierno y el Banco Mundial. Luego, ¡Soluciones, ahora! Ya salieron las balas para resolver conflictos, pero esas no han resuelto los problemas. Los de Uncía siguen al margen de la ley, ¿será que no habrá justicia en esta tierra para los policías torturados y ejecutados? ¿Seguirá campante el linchar al vecino con sólo invocar la justicia comunitaria? ¿Hasta cuándo ayllus, provincias y cantones se regirán por sus propias leyes, dónde se dicta que no entra el Estado ni siquiera con policías y militares? Se declararon autónomos comunarios dedicados al contrabando y, en algunos casos, al narcotráfico. La ley en esos territorios es más dura que la 1008 porque la imponen los códigos de las mafias nacionales e internacionales. ¿Acaso Caranavi vive en paz, con un amenazante aspirante a sucesor de caudillo tratando de recuperar poder en las calles? ¿Se resolvió algo en Potosí con 18 días de paro, bloqueo, huelga de hambre, que no se hubiera podido resolver antes sin presión, como quería el gobierno? Esta es la paradoja. Un gobierno que llegó para empoderar a los excluidos, a los marginados, a los pobres, y en especial al indígena campesino que, sin embargo, se ve empujado a tomar la ley por su propia mano y a resolver sus necesidades a su buen saber y entender, porque después de cinco años los conductores del concebido estado liberador plurinacional siguen obsesivamente tratando de acumular más poder mientras los problemas y las necesidades de los pueblos permanecen intactos. ¿Valió la pena la mano mutilada y tanta sangre derramada? ¿Será “el evangelio bárbaro del odio” al que se refería Martí?

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